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Cuando en 2009 aparecía la primera criptomoneda —el Bitcoin BTC—, muy pocos podían imaginar que la tecnología necesaria para su funcionamiento —el blockchain o cadena de bloques— acabaría siendo más importante que la propia moneda virtual.
El enigmático Satoshi Nakamoto revolucionó el mundo de los pagos por internet: por primera vez se estaba creando una moneda descentralizada, que ni bancos ni estados podían controlar. Sin embargo, se rompía una de las reglas del dinero: tener un respaldo. Sí, los Bitcoins se compran con monedas de curso legal, además de con otras criptomonedas, pero detrás de un Bitcoin BTC no hay más que algoritmos que controlan su minería para que su producción sea limitada y escasa (con una fecha y número máximo de monedas virtuales) y su valor solo lo determina el mercado, el precio de su oferta y demanda.
¿Quién no ha escuchado sobre aquella fatídica compra de dos pizzas por 10.000 Bitcoins BTC en 2010? Tiene hasta su propia efeméride: Bitcoin Pizza Day, el 22 de mayo. Partiendo de esa premisa es muy fácil comprender que la volatilidad del Bitcoin BTC y de las demás monedas virtuales es tan elevada que imposibilitan su uso para comprar bienes y servicios como haríamos con dinero fiduciario (euros, dólares y cualquier moneda de curso legal).
Es lógico, si nuestro salario es en moneda legal (euros, dólares, etc.) y con él compramos moneda virtual, el tipo de cambio entre moneda fiduciaria y criptomoneda estará siempre presente después, al realizar cualquier compra o venta. La enorme fluctuación en su cambio a euros (o cualquier otra moneda) desincentiva su uso como medio de pago; nadie quiere cometer el error de las dos pizzas por 25 millones de dólares.
Las stablecoins no son criptomonedas, sino tokens
En este punto conviene puntualizar un concepto un poco más técnico. Las stablecoins son realmente tokens. Para explicarlo de forma muy sencilla pensemos en otro token que todos conocemos: las fichas de un casino, que solo tienen valor dentro del mismo.
Pues un token o activo digital representa un valor determinado (por ejemplo, un dólar) pero, en vez de tener un formato físico —una ficha de plástico de un casino—, tiene unas características definidas sobre la cadena de bloques de una criptomoneda. Para lograrlo, sobre la cadena de bloques, habitualmente Bitcoin BTC o Ethereum ETH , se usan programas o contratos que determinan qué es y cómo se puede usar un token.
Stablecoins: dinero virtual menos volátil
Las stablecoins, o criptomonedas estables, pretenden combinar lo mejor de ambos mundos, el virtual y el físico y, ahora sí, ser menos volátiles. Para lograrlo, estos tokens tienen un colateral, es decir, están respaldados por monedas de curso legal —dólares estadounidenses principalmente—, bienes materiales o por otra criptomoneda. O bien usan un smart contract precisamente para evitar las altas fluctuaciones. Veamos los dos tipos:
- Stablecoins centralizadas
El respaldo o colateral de estas stablecoins son los depósitos que se realizan al comprarlas. Es decir, si compramos, por ejemplo un Tether USDT, estamos depositando un dólar americano en la plataforma Tether Limited, quien teóricamente debería custodiar esos dólares como garantía de todas sus criptomonedas. Algo similar ocurre con USDC, de Coinbase y Circle, o con TUSD de TrustToken, entre otras.
- Stablecoins descentralizadas
Las stablecoins pretenden ser menos volátiles, eso ya lo sabíamos. Pero en este caso, para evitar depositar su valor en una entidad, como sucede con las centralizadas, las descentralizadas respaldan su valor utilizando como colateral reservas de otra criptomoneda. Las dos principales son USDN (Neutrino Dollar), que son tokens en la blockchain de la criptomoneda Waves y DAI, que son tokens sobre la cadena de bloques de Ethereum ETH.